Lunes

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lunes, julio 28, 2014
Que por qué uso un lunes para escribir sobre el domingo, diréis.
Pues muy sencillo, porque el domingo es como ese niño al que de pequeño le dicen que es malo, tiene la etiqueta puesta y mientras la lleve a todas partes no dejará de ser eso, aunque en esencia no lo sea.
Al domingo le pasa lo mismo, si no sabes en el día que vives seguramente el domingo pasará desapercibido para ti pero si eres consciente de que estás viviendo un domingo, oh no, ya estás predispuesto a la melancolía, el aburrimiento, a echar de menos, a echar de más... vamos, a estar de domingo.
Porque el domingo se ha convertido hasta en un estado, en un sentimiento... que no es bueno, pero tampoco es tan malo como estar de lunes.
Si ayer hubiese querido escribir sobre los domingos no hubiera podido, de hecho, he de confesaros que lo intenté. Y no, no pude. Porque estaba de domingo, sin ganas de hacer nada y con toda mi intensidad en el punto más alto, llovía a cántaros dentro de mi cabeza: ideas, pensamientos, personas... como a diario, pero con un tono más gris, porque era domingo. 
Os estaréis preguntando: y qué puedo hacer si me entra un ataque de domingo? o lo que es peor, qué hago si me ataca el domingo directamente?
Pues, usando mi sinceridad aplastante, os diré que, o tienes la habilidad de vivir atemporalmente sin noción del tiempo y el espacio, o lo único que puedes hacer es aprender a reconocer que tu estado mental y emocional es como es porque efectivamente, es domingo, y que en cuanto sea lunes, desaparecerá.
También puedes aprender a no poner etiquetas, y vivir cada momento como si fuera único, independientemente del cómo, cuándo, dónde, por qué y con quién; pero eso, es mucho más complicado.

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Houdini

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lunes, mayo 26, 2014

Abrí los ojos, todo seguía a oscuras. Era lo bueno de la caverna, siempre estaba a oscuras, pero llevaba tanto tiempo dentro de ella que sabía al milímetro dónde estaba todo, nada cambiaba dentro de aquel agujero. Y me encantaba, cualquier atisbo de luz habría roto todos mis esquemas.
El tiempo dentro de la caverna era lento, las horas pasaban minuto a minuto y yo estaba ahí, a oscuras, degustando mi oscuridad y mi vacío, sin siquiera ser consciente de que existía algo más allá.
Un día cualquiera de aquellos tantos, sonó un estruendo aterrador y me escondí en lo más profundo de mi cueva, esperando a que todo pasara para volver a mi vida normal. Pero alguien había reventado de una patada la entrada a mi caverna dejando entrar una luz cegadora que me dañaba los ojos, incluso estando cerrados.
Me puse en pie y me sentí inestable, mis pestañas entrelazadas se destrenzaron permitiéndome abrir los ojos poco a poco, dolía tanto aquella luz desconocida que fui avanzando medio a ciegas entre sombras. La luz cada vez era más intensa. Un miedo aterrador se apoderó de mí y me negué a avanzar. Me quedé ahí, estático.
Ese alguien que había destrozado los cimientos de mi caverna se adentró y me cogió de la mano, ¨lo haremos juntos¨ me dijo. Estaba tan aterrorizado que ni siquiera asimilé que había alguien más ahí, pero tenía que hacer algo, mi cueva había cambiado y ahora solo tenía una posibilidad: ir hacia adelante.
Dejé que me condujese a la salida y una vez allí me invitó a abrir los ojos, despacio pero sin miedo. Respiré y sentí todo diferente, pero no era malo, no estaba asustado. Cuando abrí los ojos... no puedo describir lo que vi, solo sé que era magia.



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Hipnosis

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viernes, marzo 21, 2014
Sus dedos largos de pianista acariciaron las paredes vacías.
Abrochó el último botón de su chaqueta y sin mirar atrás, salió de la estancia y cerró la puerta.
Respiró profundamente y miró al frente, un largo camino que recorrer. Otro camino, nuevo, lleno de posibilidades.
Cuánto le gustaba empezar de cero, esperar a que la vida trajese novedades para desenvolverlas como cuando era un niño y abría un regalo. A día de hoy, todavía le hacía ilusión abrir paquetes, aunque no fuesen regalos y supiera lo que había dentro.
Desenvolver secretos era su especialidad. Nunca supo por qué, pero la gente tendía a contarle sus secretos y él los ponía en cajitas para después desenvolverlos, despacio, con la ilusión de un niño.
Guardaba esas cajitas como su tesoro más preciado, tenía cajas de todos los tamaños y colores, algunas llenas de polvo, por todo el tiempo que llevaban guardadas.
No todos los secretos se desenvuelven fácilmente, pero si algo le caracterizaba, era su paciencia.
Avanzó como un caracol, siempre con la casa a cuestas, despacio, saboreando el camino, degustando cada momento vivido.
Se sentó en aquel taxi amarillo e indicó al conductor que le llevase al aeropuerto, estaba nervioso, nunca estuvo seguro de si lo vivido era un fracaso o una victoria, vivía en la línea. Le gustaban los límites, andar sobre la cuerda.
Nunca le gustaron los aeropuertos, olían a despedida y a pérdida, pero este también le olió a esperanza y le supo a reencuentro.
Dejó sus maletas junto a uno de esos nada cómodos asientos del aeropuerto y se dispuso a leer, cuando una señora de avanzada edad se sentó a su lado y le miró.
Los ojos de esa señora se le clavaron en el cerebro y en el alma, y supo que coleccionaría un secreto nuevo. Le devolvió la mirada y sonrió, esperando a que empezase a hablar. Pero no dijo nada.
Ella le devolvió la sonrisa, cogió su mano y la apretó entre las suyas. Después se levantó y se fue.
No entendió nada, pero nunca fue capaz de olvidar aquel momento. Solo el tacto de sus manos le transmitió tantas cosas, que supo, que aun sin hablar, aquella señora había abierto todas sus cajas y le había robado todos sus secretos. 
Y por una vez, con la mente en blanco, se sintió libre.

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La espina

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domingo, marzo 16, 2014
Llevo todo el día pensando en qué escribir, porque tengo algo dentro y no sale. Y cuando eso pasa pinto, pero aquí no puedo pintar y tampoco me apetece. Entonces pienso en la cámara, pero está lloviendo y cuando llueve me pasa esto, que tengo algo dentro y no sale.
Y entro en un bucle, un bucle en el que no puedo crear y tengo todo dentro, tan dentro que no sé dónde está y no puedo sacarlo.
Intento bucear dentro de mí, y me pierdo. Porque cuando tu mundo interior es intenso, es inmenso... hay días, días de lluvia, en los que no sabes qué hacer con él, y naufragas.
Y ahí estás tú, dando vueltas, sin saber cómo sacarte eso de ahí. No estás triste, pero no sabes qué te pasa, y lo que realmente pasa es que tienes algo dentro y no sale.
Conduces y escuchas música, música antigua que sabes que te llena y te hace sonreír y llorar a la vez (de los mejores sentimientos que se pueden tener) y música nueva, que te lleva a otro punto, a sonreír, a disfrutar. E intentas llegar con tu barco a otro puerto, porque el ser creativo es abstracto, y no sabes por donde te va a salir. Pero naufragas, y entonces escribes sin sentido. Porque lo tienes clavado, y no sale.

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Impulso

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domingo, febrero 23, 2014

Las manecillas del reloj llevaban semanas en la misma posición. El café se había quedado helado hacía horas, tantas como vueltas no había dado ese reloj.
Había perdido conciencia del tiempo y del espacio, suponía que estaba en su casa. Otra vez me había despertado con las correas puestas, aún no había entendido que no me iría a ningún sitio, que realmente no tenía a donde ir.
Me quería, me quería tanto que estaba celoso hasta de que una esponja pasase por mi cuerpo y no fuesen sus manos. Le gustaba mirarme respirar, decía que era precioso ver el baile de la vida entrando y saliendo de mi cuerpo.
Me quería, y me lo demostraba cada día cuando me desataba las correas y me peinaba. Le gustaba peinarme y ponerme guapa para él.
 No recordaba cuánto tiempo llevaba así, había olvidado mi nombre, ni siquiera sabía el suyo. Pero me gustaba que alguien me quisiese, aunque fuese a su manera, aunque fuese una muñeca de trapo que vivía por y para lo que él quisiera.
Era un trofeo en su vitrina. Pero me quería, y eso me bastaba. 
Mi vida se había convertido en un apéndice de la suya, todo giraba en torno a él.
Pasó el tiempo, no sé cuanto, y dejó de peinarme y de vestirme, incluso de ponerme esas correas que me ataban a él. Él sabía que yo hacía mucho tiempo que había dejado de ser libre, me había sometido por voluntad propia y siempre creí que ya no había vuelta atrás, pero siempre hay vuelta atrás.
Un día dejó la puerta abierta, la miré de reojo. Mi fuero interno me gritaba que corriese y saliese huyendo a recuperar mi vida, a darle cuerda a mi reloj. Mi fuero externo permaneció en el mismo sitio en el que estaba, como un florero que sostiene una flor marchita. Puede que no fuese feliz, pero era más fácil así, no sabía como empezar a construir una vida desde cero.
Pero nunca tomé yo las decisiones, la puerta siguió abierta, hasta que un día la cerró tras de mí y pasé a ser esa muñeca rota, destronada por los regalos nuevos de navidad.
Esa pieza rota que no encaja en ningún sitio. Y toqué fondo. Y justo en ese instante en el que mis pies tocaron ese fondo, ese que todos pensamos que no existe, recordé mi nombre y mi reloj volvió a girar. Porque cuando tocas fondo, lo único que puede pasar es que te impulses hacia arriba.


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Miénteme

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martes, febrero 18, 2014
Hoy vengo a contaros la verdad, nada de historias o cuentos inventados.
Hoy voy a contaros la verdad absoluta, esa que todos sabemos, que hemos leído, visto o escuchado pero que a muchos se nos olvida que existe. Filósofos de siglos pasados hablaron de esto extensamente pero hoy, hoy os lo voy a contar yo.
No esperéis que os descubra América (North Carolina en todo caso) ni que os dé la llave de la felicidad. 
Simplemente quiero contaros MI verdad, y digo MI porque la verdad absoluta NO existe, y se nos olvida. La verdad más absoluta es que no existe verdad.
Y es tan fácil como recordar que si yo os digo que es de noche, para mí es verdad pero depende desde donde me leas o a la hora que lo hagas. Así de sencillo.
Todos seríamos mucho más felices si recordásemos en todo momento que cada uno tiene su propia verdad. Cada día nos dejamos llevar por lo que ven nuestros ojos, tocan nuestras manos, oyen nuestros oídos, huele nuestro olfato... o lo que es peor, lo que otros ojos, otras manos, otros oídos u otro olfato te dicen que tienes que saborear.
Pero lamento deciros que estáis equivocados, Mi verdad es que todos mentimos, y no pasa nada. Acéptenlo señores, todo el mundo miente.
Las razones no importan, todo el mundo miente y se convence a sí mismo de que no está mintiendo, y se cree sus propias mentiras y esas mentiras acaban siendo parte de su verdad.
Y no pasa nada, porque cada uno de nosotros tiene una verdad diferente a la del resto. Si cada uno aprendiésemos a escuchar la verdad de los demás, a aguantar la verdad de los demás, y dejásemos de pensar que existe una verdad absoluta... todo sería diferente. Pero hoy no vengo a deciros que la cosa tiene que cambiar, solo vengo a deciros que la verdad no existe, no esperes encontrarla en ningún sitio. 
Vive, disfruta, sonríe, haz lo que te de la gana y te haga feliz porque eso formará TU verdad, la única que será absoluta para ti y con la que tendrás que vivir el resto de tu vida. Así que ya que tu verdad la formas tú, al menos que sea bonita.


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En blanco

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lunes, febrero 17, 2014
Cuando tenía cuatro años le pidieron que dibujara un árbol, cuando lo pintó de morado y azul le dijeron que estaba equivocada. Ella no entendió nada.
La siguiente vez que le pidieron que dibujase un árbol decidió fijarse en el árbol que estaba pintando Elena, ese que la profesora tanto había alabado e incluso había colgado en la pared de la clase. Pintó un árbol perfecto, un árbol con su tronco marrón, sus hojas verdes e incluso algunas manzanas rojas; un árbol exactamente igual al resto de árboles que habían pintado sus 23 compañeros.
Cuando a los ocho años le pidieron que dibujara su animal favorito, ella dibujó un unicornio; un unicornio precioso, verde y rosa, con trenzas en las crines y lunares en la cola. Aunque le dijeron que el dibujo era muy bonito, no pudieron resistirse a decirle que estaba equivocada, tenía que dibujar un animal real. La siguiente vez que le pidieron que dibujase un animal, ella dibujó un perro, el mismo perro que dibujaría el resto de compañeros que se habían reído de ella cuando vieron su unicornio. Un perro marrón, pequeño, de orejas largas y ojos grandes; ese perro.
A los doce años le pidieron que dibujase un sueño, nadie entendió por qué ella entregó un papel en blanco.

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Antología

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jueves, enero 30, 2014
Hace 26 años que vine al mundo, hace unos cuántos menos que empecé a escribir pero desde siempre ha sido un modo de vida para mí. Por eso, en el día de mi 26 cumpleaños he decidido publicar una recopilación de algunas de mis rayadas antiguas, para que no se pierdan y porque los que me conocen bien saben que me encanta viajar al pasado y perderme en los recuerdos que me hacen ser lo que soy ahora.




Life (Abril 2009)


Cierras los ojos...

... respiras hondo...

y sonríes.


Cuando la vida le vio sonreír, se asustó de tal manera que no supo qué hacer, la franqueza


 de esa sonrisa le trajo tantos recuerdos...

Hacía tanto tiempo que no le veía así que no supo cómo reaccionar, ella era la culpable de 


todo.

 

Le había llevado por caminos insospechados y se había perdido, durante tanto tiempo, que 

se había acostumbrado a sentir la tristeza en su mirada.

Y de repente, aquel día apareció tan radiante, tan... feliz, que ni ella misma sabía lo que 


estaba pasando.
.
Lo curioso era que la vida sabía que seguía perdida, que no sabía por dónde tirar... que no 


tenía ni idea de qué camino escoger, pero parecía que a él no le importaba.

Era la primera vez que le veía así, estaba anonadada, estupefacta, patidifusa... era tan... 


¿idílico? ;)

La verdad es que no entendía nada, llevaba toda su existencia pretendiendo llevarle por el 


camino recto, el preciso, el necesario... y cuando se perdió, se sintió tan mal que no sabía 

qué hacer para arreglarlo.

 

Aún así, cuando se acostumbró a su sonrisa, se sintió aliviada, se sintió feliz por su 

felicidad... y las nubes destaparon el sol, y ella comenzó a ver el camino... y no solo vio 

uno, vio miles, millones de caminos...

Todos correctos, precisos, necesarios... e iluminados.

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Orígenes (Marzo 2009)


- Y tú... quién eres?

- Nunca fui más que una extensión de tu cuerpo.

- Entonces... formas parte de mí?

- Todos somos partes de todos al fin y al cabo.

- Pero... yo no te había visto nunca.

- Puede que no hubiese reparado en mí, pero siempre estuve ahí siendo tú ...


... y tú siendo yo


.
Desde antes de que tú fueras tú...


... y yo fuera yo.

- No te entiendo.

- Es una pena. Me siento utilizada


.
Siempre estuve ahí para ti y tú ni siquiera dices conocerme.

- Mm... lo siento.

Y entonces la tinta se me escapó de las manos.
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SOS (Enero 2009)


No hay música.

No hay ruido.

No hay sonido...

... ni siquiera hay silencio.

El eco de mis pensamientos rebota contra las paredes desnudas de mi habitación, atestada


 de recuerdos.

Intento llenarlo todo de palabras...

... de palabras de otros...

pero mis pensamientos se elevan por encima de todo,


suben el volumen y no me dejan concentrarme.

Apago la luz.

Me meto en la cama...

... y allí están otra vez...

agazapados,


esperándome entre las frías sábanas,


acompasando mi respiración marchita por esta especie de gripe y contradicciones.


Había decidido no actuar, pero ellos me persiguen...


Idos!! No quiero pensar!!!

No quiero ser consciente de lo que puede y no puede llegar a pasar.

Tengo una bomba entre las manos y es muy posible que la destrucción y la onda expansiva 


sean mayores cuanto más tarde explote...
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Oscuridad (Noviembre 2008)


- Dónde vas?

- Donde nadie pueda verme...

- Pero yo quiero verte!

- No, seguro que no quieres, ni tú ni nadie. Ni siquiera sé si soy yo la que vive en este


 cuerpo.

- Te quiero

- No digas eso, quién eres tú para quererme? quién soy yo para creerlo? No sé quién soy,


 porque no sé qué siento.

Siento que no puedo sentir. Y duele.

- No te vayas, quédate a mi lado!

- Lo siento.

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Espaldas mojadas (Septiembre 2008)


Aquel día, las nubes se arremolinaban en tropel formando un puzzle grisáceo en aquel cielo


 de principios de otoño.

Las hojas empezaban a bailar con el viento, disfrazadas de marrón seco, y el paisaje de 


las calles era cada vez más variopinto.

Desfilaban las chaquetas de los que acogían la nueva temporada, las camisetas de los que


 anhelaban el tan soleado verano y los abrigos de los que ansiaban el blanco invierno.

Si mirabas hacia el suelo, veías corretear chanclas, zapatos y botas que convivían en un 


entorno cosmopolita de estaciones.

Aquel día, las nubes pesaban más que de costumbre y una lluvia torrencial sorprendió a


 todos. A las chanclas, los zapatos y las botas, al niño que volvía del colegio, la abuela que 

iba a comprar el pan y el yonki del parque más recóndito de la ciudad.


Se les mojaron las vidas... y ninguno sabía muy bien como secarla.
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SOÑADOR (Mayo 2008)


Olía a incienso, a primavera, a tabaco y a risas.

Quien realmente le conocía decía que también olía a tristeza, a pérdida, a esperanza y a 


sueños.

En su mirada se reflejaba el otoño, una gama de colores entre hojas secas y sol dorado.

Y en su sonrisa se leían fracasos, escudos e ilusiones.


Vagaba por lo vida andando y desandando caminos, contando historias, perdiendo sueños, 


regalando sonrisas...

Tenía los pies en la tierra, pero no podía evitar apuntar alto.

Sorteaba dunas, grandes y pequeñas.

Remendaba corazones, olvidándose del suyo...
... y mendigaba pasiones.

Pasiones efímeras, lejanas, destructivas... que ponían tiritas poco firmes en su alma


 marchita.

Esperaba en andenes solitarios a trenes que nunca pasaron y que cuando lo hicieron


  estaban completos.

Pero él nunca estuvo completo, o eso pensaba, siempre buscaba algo más, ese algo que 


nunca supo qué era.
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Sin mirar atrás (Marzo 2008=



Bajó corriendo aquella larga escalera de caracol, estaba empezando a marearse. Pisos y


 pisos de escaleras, 
peldaños y peldaños de dificultades que de momento estaba salvando.
No quería mirar hacia arriba, una fuerza extraña le obligaba a correr sin mirar atrás, sin 

pestañear, centrándose en sus pies, en la fuerza que estaba proyectando para ir hacia

  delante.
Cuando llegó a aquella enorme puerta de madera oscura, la abrió y salió; ella no era la

 misma, era una persona completamente diferente.
 No sabía hacia donde caminar, se encontraba en una calle completamente desierta, a los

 lados escaparates de tiendas antiguas, semivacías; únicamente maniquíes desnudos la 

observaban con sus ojos de cristal detrás de esas enormes vidrieras.
O eso pensaba ella, unos ojos encendidos observaban cada paso que daba desde una 

ventana en lo alto de aquella torre.

La calle era gris, y las tiendas, y el día, y su vida.

Adoquines uniformes conformaban el suelo que estaba pisando, algunos en su sitio, otros

 levantados por el paso de los años. La suciedad abundaba en todos lados; parecía que el 

tiempo había acabado con todo desde que ella no veía la luz del día.
Estaba confundida, no sabía qué hacer, ni dónde ir. Tanto tiempo ansiando su libertad, y

 ahora no sabía qué hacer con ella.

Vestía una camiseta medio roída y unos pantalones de hombre, unas cuantas tallas más 


grandes que la que le correspondía, sus pies estaban calzados por unas zapatillas 

desgastadas, tanto que tenían un par de agujeros en la parte del talón.
Su cara estaba enmarcada por una notable palidez y unas ojeras enormes que casi le 

hacían parecer un fantasma, a eso se sumaba su extrema delgadez y su pelo lacio, largo y 

negro; pero hacía tanto tiempo que no se miraba en un espejo que ni siquiera tenía

 consciencia de ella misma.
Se aventuró a ir a la izquierda, apenas tenía fuerzas para caminar, pero quería salir de

 aquel lugar lo antes posible.
Caminó y caminó sin rumbo fijo, todas las calles eran iguales a la primera que vio cuando

 salió de aquella prisión.
De repente, negras nubes cubrieron el cielo y una enorme tormenta se desencadenó sobre 

ella, y solo sobre ella, pues no había encontrado ni una mínima señal de vida en su camino.
Siguió caminando bajo la lluvia, intentando llegar a algún lugar donde poder empezar una

 vida.
Sus zapatillas desgastadas no daban para más y acabaron tiradas en una cuneta, pues no 

podía dar ni un paso con ellas sin que se desquebrajaran.
Descalza siguió caminando, no quería parar, parar significaba pensar y en esos momentos

no quería hacerlo, quería encontrar algo en su camino sin más.
La lluvia, el cansancio y el hambre hicieron que se detuviera a descansar, pero no había

 ningún sitio donde guarecerse. Se tiró en una cuneta, igual que sus zapatillas viejas, y allí 

se acurrucó intentando entrar un poco en calor. El cansancio le pudo al frío y consiguió 

dormir.

Esos ojos encendidos que la miraban sin que ella lo supiera, la persona que más la quería 


en el mundo, la persona que vigilaba sus pasos entre bastidores, la que le había robado en

 cierto modo su libertad, y la que se la había devuelto, como ella tanto añoraba, nunca la

 volvió a ver despertar.
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Alma (Enero 2008)



Despertó y miró a su alrededor, nada era como ella lo recordaba.

Desorientada, plantó los pies en el frío suelo y salió de esa cama que no era la suya, esa 

cama vacía y cálida a la que no recordaba haber llegado la noche anterior.

Observó aquel lugar. Se trataba de una habitación aparentemente grande, ocupada por dos


 camas y llena de recuerdos que no le pertenecían, a la izquierda había un baño en el que 

se dispuso a entrar y se miró en el espejo...

...no se reconocía ante él, no podía creerlo...



Se lavó la cara con agua muy fría y volvió a mirarse.


Allí estaba ella otra vez, esa ella que no era o que sí era pero solo en alma, no en cuerpo.

No reconocía esa tez pálida, esos ojos sin brillo, esas ojeras violáceas que le surcaban la 


cara, esa postura encorvada y esas incipientes arrugas. Su cerebro no era capaz de

 comprender nada de lo que estaba pasando.

Alargó su mano y tocó su pelo largo, ligeramente ondulado, acarició sus ojos pequeños y 


almendrados, recorrió su nariz recta y respingona mientras otro de sus dedos surcaba sus 

labios carnosos en aquella boca pequeña, apretó la piel tersa de sus brazos con ambas

 manos y se volvió a reflejar en el espejo.

No comprendía cómo la mirada de sus ojos no se correspondía con la de sus manos.

De repente, se dio cuenta de que algo se le había pasado por alto, había un bulto en la otra


 cama en el que no había reparado.
Se acercó despacio y se percató de que en esa cama había otra persona durmiendo 

plácidamente. No se pudo resistir a descubrir quién era...

Con cuidado agarró el edredón y comenzó a retirarlo suavemente, no quería despertar a 


quien quiera que fuese la persona que ocupaba la misma habitación que ella no conocía.

 Una mezcla entre miedo y curiosidad se apoderaban de ella.


Al fin retiró el edredón y no pudo contener un grito histérico.

La persona que había en la cama era ella misma, esa que sus manos veían pero el espejo 

no.

Su otro yo se despertó y se le
 quedó mirando a los ojos. Tenía una mirada tan extraña... ella 

se quedó paralizada, no era capaz de moverse, y su otra ella le miraba fijamente, incluso su

 cara parecía otra con esa mirada, veía un halo de maldad en ella...

... reconoció su cuerpo pero no su alma...

Seguían mirándose sin apartar la mirada la una de la otra, hasta que se le empezó a nublar


 la vista y se desmayó.

Cuando despertó estaba en su cama, en su habitación, llena de recuerdos que esta vez sí 


le pertenecían. Entró en su baño, se miró en su espejo y se reconoció...

... pero también reconoció en su mirada a ese otro yo que nunca había querido conocer.
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Días grises (Noviembre 2007)



- Seguramente pasarán los años y seguirás siendo la misma, o quizás no... pero rara eres 


un rato...

- Rara?   Cómo rara?

- Pues eso... rara... llámalo X

- No te entiendo...

- Da igual, basta con que intentes entenderte a ti misma...

- Eso es aún más díficil.

. Lo sé, pero solo tienes que buscar dentro de ti.

. Ya... de todas formas, me gusta ser rara, diferente... aunque los días que no me entiendo


me agobian bastante.

- Date tiempo, sabes de sobra cómo eres... cuando sea el momento tú misma te darás la 


respuesta...

- Si tú lo dices...

- Y quién si no? si estás hablando contigo misma, imbécil!!

- Anda, cállate y déjame en paz!!
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Volar (Septiembre 2007)

Cuántas veces nos gustaría ser como esa niña y manejar nuestra vida como si se tratase de


 una cometa, algo tan simple que hasta un niño es capaz de manejarlo; teniendo los hilos 

bien sujetos y sabiendo perfectamente el rumbo que tomará...

pero los hilos se cruzan y nuestra cometa cambia de rumbo tantas veces y sin avisar... que 


nos cansamos de intentar manejar los hilos y muchas veces querríamos soltarlos y que 

fueran donde quisieran, sin preocupaciones, sin intentar controlarlo todo...

... pero es imposible... somos así por naturaleza...


Cuantas veces quisiéramos ser como esa cometa, pero sin hilos, surcar el viento, ser 


libres, 

volar y dejarnos llevar... conocer tantos sitios, lugares y personas, sin atarnos a nada ni a 

nadie...

... pero eso también es imposible...

nos atamos a nuestros sentimientos sin poder evitarlo...

... somos así por naturaleza.
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(Agosto 2007)

Paseabas sintiendo el viento en la cara, con la cabeza bien alta, pisando fuerte, siendo 

consciente de lo que eras y lo que tenías, sintiéndote más especial que nunca, sabiendo 

que nunca podría pasarte nada porque tenías una gran vida por delante, siendo tan tú...
 
Ese día tenías un brillo especial en los ojos, un brillo que te había visto tan pocas veces…... 


quizás ninguna. Tu mirada profunda sonreía aquel día como ningún otro.
Te llamé, tu nombre resonó en mi cabeza pero mis labios quedaron vacíos, tú ni siquiera lo

 notaste, estabas ocupado sintiendo el hecho de estar vivo.
 
Yo vivía todo esto entre bastidores, esperando que me hicieras partícipe de ello, 


esperando 

que me hicieras tan especial como tú te sentías con el simple hecho de que mi nombre

 saliera de tu boca con esa voz tan dulce que embauca sin quererlo.
Estabas en el mejor momento de tu vida, te sentías tan libre, tan fuerte; por fin habías

decidido por donde caminar, escogiendo lo que necesitabas en tu vida y lo que no. Y yo 

esperaba que me necesitases de verdad, egoístamente necesitaba de tu necesidad para 

sentirme dichosa, no era tan libre como tú, necesitaba de ti.
Por fin, tus ojos se encontraron con los míos, se sonrieron y seguiste tu camino dejando 

huella en mi vida….
 
Y aún hoy me pregunto si recordarás esos ojos sin nombre que te sonrieron entre el 

tumulto bullicioso de la gente.
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Enjaulado

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lunes, enero 27, 2014
Un día te despiertas y eres un pingüino en una bola de cristal. 
Estás quieto, vacío, no puedes hacer nada más que estar ahí, de pie, esperando a que nieve. Porque eso es lo único interesante que puede pasarte, que nieve. 
Es lo mejor que puede pasar y lo deseas con todo tu alma. Y esperas.
Esperas a que venga alguien y le de la vuelta a tu bola, que la agite y lo ponga todo patas arriba para que nieve en tu estática vida. Y así un día tras otro, esperando.
Después de mucho tiempo esperando a esa mano que haga tu vida temblar, decides que estás cansado de esperar, de estar enjaulado, de vivir. Decides que no quieres que esté en manos de otro que nieve en tu bola, de hecho, no quieres que nadie vuelva a tocar tu bola nunca más. Por eso, y por muchas otras cosas, rompes el cristal, lo destrozas con todas tus ganas y la nieve, que nunca lo fue, se va. Se pierde. Y así estás tú, perdido sin ese cristal que te protegía y hacía todo mucho más fácil. Pero ahora, aunque seas un pingüino, tienes la posibilidad de volar. ¿Y qué es la vida sino el hecho de tener millones de posibilidades de hacer lo que uno quiera? Ahora eres tú el que decide, y si quieres nieve vas a buscarla. 
Porque hay pingüinos que aprenden a volar.











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