Impulso

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domingo, febrero 23, 2014

Las manecillas del reloj llevaban semanas en la misma posición. El café se había quedado helado hacía horas, tantas como vueltas no había dado ese reloj.
Había perdido conciencia del tiempo y del espacio, suponía que estaba en su casa. Otra vez me había despertado con las correas puestas, aún no había entendido que no me iría a ningún sitio, que realmente no tenía a donde ir.
Me quería, me quería tanto que estaba celoso hasta de que una esponja pasase por mi cuerpo y no fuesen sus manos. Le gustaba mirarme respirar, decía que era precioso ver el baile de la vida entrando y saliendo de mi cuerpo.
Me quería, y me lo demostraba cada día cuando me desataba las correas y me peinaba. Le gustaba peinarme y ponerme guapa para él.
 No recordaba cuánto tiempo llevaba así, había olvidado mi nombre, ni siquiera sabía el suyo. Pero me gustaba que alguien me quisiese, aunque fuese a su manera, aunque fuese una muñeca de trapo que vivía por y para lo que él quisiera.
Era un trofeo en su vitrina. Pero me quería, y eso me bastaba. 
Mi vida se había convertido en un apéndice de la suya, todo giraba en torno a él.
Pasó el tiempo, no sé cuanto, y dejó de peinarme y de vestirme, incluso de ponerme esas correas que me ataban a él. Él sabía que yo hacía mucho tiempo que había dejado de ser libre, me había sometido por voluntad propia y siempre creí que ya no había vuelta atrás, pero siempre hay vuelta atrás.
Un día dejó la puerta abierta, la miré de reojo. Mi fuero interno me gritaba que corriese y saliese huyendo a recuperar mi vida, a darle cuerda a mi reloj. Mi fuero externo permaneció en el mismo sitio en el que estaba, como un florero que sostiene una flor marchita. Puede que no fuese feliz, pero era más fácil así, no sabía como empezar a construir una vida desde cero.
Pero nunca tomé yo las decisiones, la puerta siguió abierta, hasta que un día la cerró tras de mí y pasé a ser esa muñeca rota, destronada por los regalos nuevos de navidad.
Esa pieza rota que no encaja en ningún sitio. Y toqué fondo. Y justo en ese instante en el que mis pies tocaron ese fondo, ese que todos pensamos que no existe, recordé mi nombre y mi reloj volvió a girar. Porque cuando tocas fondo, lo único que puede pasar es que te impulses hacia arriba.


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Miénteme

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martes, febrero 18, 2014
Hoy vengo a contaros la verdad, nada de historias o cuentos inventados.
Hoy voy a contaros la verdad absoluta, esa que todos sabemos, que hemos leído, visto o escuchado pero que a muchos se nos olvida que existe. Filósofos de siglos pasados hablaron de esto extensamente pero hoy, hoy os lo voy a contar yo.
No esperéis que os descubra América (North Carolina en todo caso) ni que os dé la llave de la felicidad. 
Simplemente quiero contaros MI verdad, y digo MI porque la verdad absoluta NO existe, y se nos olvida. La verdad más absoluta es que no existe verdad.
Y es tan fácil como recordar que si yo os digo que es de noche, para mí es verdad pero depende desde donde me leas o a la hora que lo hagas. Así de sencillo.
Todos seríamos mucho más felices si recordásemos en todo momento que cada uno tiene su propia verdad. Cada día nos dejamos llevar por lo que ven nuestros ojos, tocan nuestras manos, oyen nuestros oídos, huele nuestro olfato... o lo que es peor, lo que otros ojos, otras manos, otros oídos u otro olfato te dicen que tienes que saborear.
Pero lamento deciros que estáis equivocados, Mi verdad es que todos mentimos, y no pasa nada. Acéptenlo señores, todo el mundo miente.
Las razones no importan, todo el mundo miente y se convence a sí mismo de que no está mintiendo, y se cree sus propias mentiras y esas mentiras acaban siendo parte de su verdad.
Y no pasa nada, porque cada uno de nosotros tiene una verdad diferente a la del resto. Si cada uno aprendiésemos a escuchar la verdad de los demás, a aguantar la verdad de los demás, y dejásemos de pensar que existe una verdad absoluta... todo sería diferente. Pero hoy no vengo a deciros que la cosa tiene que cambiar, solo vengo a deciros que la verdad no existe, no esperes encontrarla en ningún sitio. 
Vive, disfruta, sonríe, haz lo que te de la gana y te haga feliz porque eso formará TU verdad, la única que será absoluta para ti y con la que tendrás que vivir el resto de tu vida. Así que ya que tu verdad la formas tú, al menos que sea bonita.


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En blanco

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lunes, febrero 17, 2014
Cuando tenía cuatro años le pidieron que dibujara un árbol, cuando lo pintó de morado y azul le dijeron que estaba equivocada. Ella no entendió nada.
La siguiente vez que le pidieron que dibujase un árbol decidió fijarse en el árbol que estaba pintando Elena, ese que la profesora tanto había alabado e incluso había colgado en la pared de la clase. Pintó un árbol perfecto, un árbol con su tronco marrón, sus hojas verdes e incluso algunas manzanas rojas; un árbol exactamente igual al resto de árboles que habían pintado sus 23 compañeros.
Cuando a los ocho años le pidieron que dibujara su animal favorito, ella dibujó un unicornio; un unicornio precioso, verde y rosa, con trenzas en las crines y lunares en la cola. Aunque le dijeron que el dibujo era muy bonito, no pudieron resistirse a decirle que estaba equivocada, tenía que dibujar un animal real. La siguiente vez que le pidieron que dibujase un animal, ella dibujó un perro, el mismo perro que dibujaría el resto de compañeros que se habían reído de ella cuando vieron su unicornio. Un perro marrón, pequeño, de orejas largas y ojos grandes; ese perro.
A los doce años le pidieron que dibujase un sueño, nadie entendió por qué ella entregó un papel en blanco.

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