Matices
1
Blanco, blanco inmenso, blanco roto, mil trescientas
tonalidades de blanco y un gris.
Y siempre miraremos al gris, le daremos importancia y
primará por encima de cualquier tonalidad de blanco, por mucho que tres cuartas
partes del día hayan sido blancas, azules o incluso rojas. Pero ahí está el
gris, bastan solo 3 minutos de gris para eclipsarlo todo.
Y es que los eclipses nos ciegan, por eso hay que ponerse
gafas especiales para mirarlos de frente, porque nos hacen daño a la vista y a
la vida. Porque ya sea de sol o de luna, los eclipses lo cambian todo.
Se conocieron, o no, en día eclipsado, se pusieron sus gafas
especiales y no se vieron. Uno miraba al eclipse y el otro al suelo.
Pero se intuyeron, se sintieron y se buscaron. Pasaron días
blancos rotos, menos blancos, grises perla y amarillo pollo buscándose, sin
saber quiénes eran. Pero se sentían, se intuían, se sabían cerca aunque más
lejos no podían estar.
Un día se observaron de lejos, tan de lejos que ni siquiera estaban seguros de verse, sin gafas ni arco iris, sin
eclipses, sin blancos ni grises; se miraron a los ojos sabiendo que era el
momento de dejar de buscar y cada uno prosiguió su camino.
No sé si volvieron a buscar, no sé si encontraron, solo sé que desde entonces uno no mira al eclipse ni el otro mira al suelo, de todo se aprende.
No sé si volvieron a buscar, no sé si encontraron, solo sé que desde entonces uno no mira al eclipse ni el otro mira al suelo, de todo se aprende.
Qué bonito, Lucía. Acércate un día a mi tejado si te apetece.
ResponderEliminarUn abrazo
M.