Enjaulado

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lunes, enero 27, 2014
Un día te despiertas y eres un pingüino en una bola de cristal. 
Estás quieto, vacío, no puedes hacer nada más que estar ahí, de pie, esperando a que nieve. Porque eso es lo único interesante que puede pasarte, que nieve. 
Es lo mejor que puede pasar y lo deseas con todo tu alma. Y esperas.
Esperas a que venga alguien y le de la vuelta a tu bola, que la agite y lo ponga todo patas arriba para que nieve en tu estática vida. Y así un día tras otro, esperando.
Después de mucho tiempo esperando a esa mano que haga tu vida temblar, decides que estás cansado de esperar, de estar enjaulado, de vivir. Decides que no quieres que esté en manos de otro que nieve en tu bola, de hecho, no quieres que nadie vuelva a tocar tu bola nunca más. Por eso, y por muchas otras cosas, rompes el cristal, lo destrozas con todas tus ganas y la nieve, que nunca lo fue, se va. Se pierde. Y así estás tú, perdido sin ese cristal que te protegía y hacía todo mucho más fácil. Pero ahora, aunque seas un pingüino, tienes la posibilidad de volar. ¿Y qué es la vida sino el hecho de tener millones de posibilidades de hacer lo que uno quiera? Ahora eres tú el que decide, y si quieres nieve vas a buscarla. 
Porque hay pingüinos que aprenden a volar.











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