Antología

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jueves, enero 30, 2014
Hace 26 años que vine al mundo, hace unos cuántos menos que empecé a escribir pero desde siempre ha sido un modo de vida para mí. Por eso, en el día de mi 26 cumpleaños he decidido publicar una recopilación de algunas de mis rayadas antiguas, para que no se pierdan y porque los que me conocen bien saben que me encanta viajar al pasado y perderme en los recuerdos que me hacen ser lo que soy ahora.




Life (Abril 2009)


Cierras los ojos...

... respiras hondo...

y sonríes.


Cuando la vida le vio sonreír, se asustó de tal manera que no supo qué hacer, la franqueza


 de esa sonrisa le trajo tantos recuerdos...

Hacía tanto tiempo que no le veía así que no supo cómo reaccionar, ella era la culpable de 


todo.

 

Le había llevado por caminos insospechados y se había perdido, durante tanto tiempo, que 

se había acostumbrado a sentir la tristeza en su mirada.

Y de repente, aquel día apareció tan radiante, tan... feliz, que ni ella misma sabía lo que 


estaba pasando.
.
Lo curioso era que la vida sabía que seguía perdida, que no sabía por dónde tirar... que no 


tenía ni idea de qué camino escoger, pero parecía que a él no le importaba.

Era la primera vez que le veía así, estaba anonadada, estupefacta, patidifusa... era tan... 


¿idílico? ;)

La verdad es que no entendía nada, llevaba toda su existencia pretendiendo llevarle por el 


camino recto, el preciso, el necesario... y cuando se perdió, se sintió tan mal que no sabía 

qué hacer para arreglarlo.

 

Aún así, cuando se acostumbró a su sonrisa, se sintió aliviada, se sintió feliz por su 

felicidad... y las nubes destaparon el sol, y ella comenzó a ver el camino... y no solo vio 

uno, vio miles, millones de caminos...

Todos correctos, precisos, necesarios... e iluminados.

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Orígenes (Marzo 2009)


- Y tú... quién eres?

- Nunca fui más que una extensión de tu cuerpo.

- Entonces... formas parte de mí?

- Todos somos partes de todos al fin y al cabo.

- Pero... yo no te había visto nunca.

- Puede que no hubiese reparado en mí, pero siempre estuve ahí siendo tú ...


... y tú siendo yo


.
Desde antes de que tú fueras tú...


... y yo fuera yo.

- No te entiendo.

- Es una pena. Me siento utilizada


.
Siempre estuve ahí para ti y tú ni siquiera dices conocerme.

- Mm... lo siento.

Y entonces la tinta se me escapó de las manos.
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SOS (Enero 2009)


No hay música.

No hay ruido.

No hay sonido...

... ni siquiera hay silencio.

El eco de mis pensamientos rebota contra las paredes desnudas de mi habitación, atestada


 de recuerdos.

Intento llenarlo todo de palabras...

... de palabras de otros...

pero mis pensamientos se elevan por encima de todo,


suben el volumen y no me dejan concentrarme.

Apago la luz.

Me meto en la cama...

... y allí están otra vez...

agazapados,


esperándome entre las frías sábanas,


acompasando mi respiración marchita por esta especie de gripe y contradicciones.


Había decidido no actuar, pero ellos me persiguen...


Idos!! No quiero pensar!!!

No quiero ser consciente de lo que puede y no puede llegar a pasar.

Tengo una bomba entre las manos y es muy posible que la destrucción y la onda expansiva 


sean mayores cuanto más tarde explote...
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Oscuridad (Noviembre 2008)


- Dónde vas?

- Donde nadie pueda verme...

- Pero yo quiero verte!

- No, seguro que no quieres, ni tú ni nadie. Ni siquiera sé si soy yo la que vive en este


 cuerpo.

- Te quiero

- No digas eso, quién eres tú para quererme? quién soy yo para creerlo? No sé quién soy,


 porque no sé qué siento.

Siento que no puedo sentir. Y duele.

- No te vayas, quédate a mi lado!

- Lo siento.

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Espaldas mojadas (Septiembre 2008)


Aquel día, las nubes se arremolinaban en tropel formando un puzzle grisáceo en aquel cielo


 de principios de otoño.

Las hojas empezaban a bailar con el viento, disfrazadas de marrón seco, y el paisaje de 


las calles era cada vez más variopinto.

Desfilaban las chaquetas de los que acogían la nueva temporada, las camisetas de los que


 anhelaban el tan soleado verano y los abrigos de los que ansiaban el blanco invierno.

Si mirabas hacia el suelo, veías corretear chanclas, zapatos y botas que convivían en un 


entorno cosmopolita de estaciones.

Aquel día, las nubes pesaban más que de costumbre y una lluvia torrencial sorprendió a


 todos. A las chanclas, los zapatos y las botas, al niño que volvía del colegio, la abuela que 

iba a comprar el pan y el yonki del parque más recóndito de la ciudad.


Se les mojaron las vidas... y ninguno sabía muy bien como secarla.
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SOÑADOR (Mayo 2008)


Olía a incienso, a primavera, a tabaco y a risas.

Quien realmente le conocía decía que también olía a tristeza, a pérdida, a esperanza y a 


sueños.

En su mirada se reflejaba el otoño, una gama de colores entre hojas secas y sol dorado.

Y en su sonrisa se leían fracasos, escudos e ilusiones.


Vagaba por lo vida andando y desandando caminos, contando historias, perdiendo sueños, 


regalando sonrisas...

Tenía los pies en la tierra, pero no podía evitar apuntar alto.

Sorteaba dunas, grandes y pequeñas.

Remendaba corazones, olvidándose del suyo...
... y mendigaba pasiones.

Pasiones efímeras, lejanas, destructivas... que ponían tiritas poco firmes en su alma


 marchita.

Esperaba en andenes solitarios a trenes que nunca pasaron y que cuando lo hicieron


  estaban completos.

Pero él nunca estuvo completo, o eso pensaba, siempre buscaba algo más, ese algo que 


nunca supo qué era.
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Sin mirar atrás (Marzo 2008=



Bajó corriendo aquella larga escalera de caracol, estaba empezando a marearse. Pisos y


 pisos de escaleras, 
peldaños y peldaños de dificultades que de momento estaba salvando.
No quería mirar hacia arriba, una fuerza extraña le obligaba a correr sin mirar atrás, sin 

pestañear, centrándose en sus pies, en la fuerza que estaba proyectando para ir hacia

  delante.
Cuando llegó a aquella enorme puerta de madera oscura, la abrió y salió; ella no era la

 misma, era una persona completamente diferente.
 No sabía hacia donde caminar, se encontraba en una calle completamente desierta, a los

 lados escaparates de tiendas antiguas, semivacías; únicamente maniquíes desnudos la 

observaban con sus ojos de cristal detrás de esas enormes vidrieras.
O eso pensaba ella, unos ojos encendidos observaban cada paso que daba desde una 

ventana en lo alto de aquella torre.

La calle era gris, y las tiendas, y el día, y su vida.

Adoquines uniformes conformaban el suelo que estaba pisando, algunos en su sitio, otros

 levantados por el paso de los años. La suciedad abundaba en todos lados; parecía que el 

tiempo había acabado con todo desde que ella no veía la luz del día.
Estaba confundida, no sabía qué hacer, ni dónde ir. Tanto tiempo ansiando su libertad, y

 ahora no sabía qué hacer con ella.

Vestía una camiseta medio roída y unos pantalones de hombre, unas cuantas tallas más 


grandes que la que le correspondía, sus pies estaban calzados por unas zapatillas 

desgastadas, tanto que tenían un par de agujeros en la parte del talón.
Su cara estaba enmarcada por una notable palidez y unas ojeras enormes que casi le 

hacían parecer un fantasma, a eso se sumaba su extrema delgadez y su pelo lacio, largo y 

negro; pero hacía tanto tiempo que no se miraba en un espejo que ni siquiera tenía

 consciencia de ella misma.
Se aventuró a ir a la izquierda, apenas tenía fuerzas para caminar, pero quería salir de

 aquel lugar lo antes posible.
Caminó y caminó sin rumbo fijo, todas las calles eran iguales a la primera que vio cuando

 salió de aquella prisión.
De repente, negras nubes cubrieron el cielo y una enorme tormenta se desencadenó sobre 

ella, y solo sobre ella, pues no había encontrado ni una mínima señal de vida en su camino.
Siguió caminando bajo la lluvia, intentando llegar a algún lugar donde poder empezar una

 vida.
Sus zapatillas desgastadas no daban para más y acabaron tiradas en una cuneta, pues no 

podía dar ni un paso con ellas sin que se desquebrajaran.
Descalza siguió caminando, no quería parar, parar significaba pensar y en esos momentos

no quería hacerlo, quería encontrar algo en su camino sin más.
La lluvia, el cansancio y el hambre hicieron que se detuviera a descansar, pero no había

 ningún sitio donde guarecerse. Se tiró en una cuneta, igual que sus zapatillas viejas, y allí 

se acurrucó intentando entrar un poco en calor. El cansancio le pudo al frío y consiguió 

dormir.

Esos ojos encendidos que la miraban sin que ella lo supiera, la persona que más la quería 


en el mundo, la persona que vigilaba sus pasos entre bastidores, la que le había robado en

 cierto modo su libertad, y la que se la había devuelto, como ella tanto añoraba, nunca la

 volvió a ver despertar.
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Alma (Enero 2008)



Despertó y miró a su alrededor, nada era como ella lo recordaba.

Desorientada, plantó los pies en el frío suelo y salió de esa cama que no era la suya, esa 

cama vacía y cálida a la que no recordaba haber llegado la noche anterior.

Observó aquel lugar. Se trataba de una habitación aparentemente grande, ocupada por dos


 camas y llena de recuerdos que no le pertenecían, a la izquierda había un baño en el que 

se dispuso a entrar y se miró en el espejo...

...no se reconocía ante él, no podía creerlo...



Se lavó la cara con agua muy fría y volvió a mirarse.


Allí estaba ella otra vez, esa ella que no era o que sí era pero solo en alma, no en cuerpo.

No reconocía esa tez pálida, esos ojos sin brillo, esas ojeras violáceas que le surcaban la 


cara, esa postura encorvada y esas incipientes arrugas. Su cerebro no era capaz de

 comprender nada de lo que estaba pasando.

Alargó su mano y tocó su pelo largo, ligeramente ondulado, acarició sus ojos pequeños y 


almendrados, recorrió su nariz recta y respingona mientras otro de sus dedos surcaba sus 

labios carnosos en aquella boca pequeña, apretó la piel tersa de sus brazos con ambas

 manos y se volvió a reflejar en el espejo.

No comprendía cómo la mirada de sus ojos no se correspondía con la de sus manos.

De repente, se dio cuenta de que algo se le había pasado por alto, había un bulto en la otra


 cama en el que no había reparado.
Se acercó despacio y se percató de que en esa cama había otra persona durmiendo 

plácidamente. No se pudo resistir a descubrir quién era...

Con cuidado agarró el edredón y comenzó a retirarlo suavemente, no quería despertar a 


quien quiera que fuese la persona que ocupaba la misma habitación que ella no conocía.

 Una mezcla entre miedo y curiosidad se apoderaban de ella.


Al fin retiró el edredón y no pudo contener un grito histérico.

La persona que había en la cama era ella misma, esa que sus manos veían pero el espejo 

no.

Su otro yo se despertó y se le
 quedó mirando a los ojos. Tenía una mirada tan extraña... ella 

se quedó paralizada, no era capaz de moverse, y su otra ella le miraba fijamente, incluso su

 cara parecía otra con esa mirada, veía un halo de maldad en ella...

... reconoció su cuerpo pero no su alma...

Seguían mirándose sin apartar la mirada la una de la otra, hasta que se le empezó a nublar


 la vista y se desmayó.

Cuando despertó estaba en su cama, en su habitación, llena de recuerdos que esta vez sí 


le pertenecían. Entró en su baño, se miró en su espejo y se reconoció...

... pero también reconoció en su mirada a ese otro yo que nunca había querido conocer.
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Días grises (Noviembre 2007)



- Seguramente pasarán los años y seguirás siendo la misma, o quizás no... pero rara eres 


un rato...

- Rara?   Cómo rara?

- Pues eso... rara... llámalo X

- No te entiendo...

- Da igual, basta con que intentes entenderte a ti misma...

- Eso es aún más díficil.

. Lo sé, pero solo tienes que buscar dentro de ti.

. Ya... de todas formas, me gusta ser rara, diferente... aunque los días que no me entiendo


me agobian bastante.

- Date tiempo, sabes de sobra cómo eres... cuando sea el momento tú misma te darás la 


respuesta...

- Si tú lo dices...

- Y quién si no? si estás hablando contigo misma, imbécil!!

- Anda, cállate y déjame en paz!!
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Volar (Septiembre 2007)

Cuántas veces nos gustaría ser como esa niña y manejar nuestra vida como si se tratase de


 una cometa, algo tan simple que hasta un niño es capaz de manejarlo; teniendo los hilos 

bien sujetos y sabiendo perfectamente el rumbo que tomará...

pero los hilos se cruzan y nuestra cometa cambia de rumbo tantas veces y sin avisar... que 


nos cansamos de intentar manejar los hilos y muchas veces querríamos soltarlos y que 

fueran donde quisieran, sin preocupaciones, sin intentar controlarlo todo...

... pero es imposible... somos así por naturaleza...


Cuantas veces quisiéramos ser como esa cometa, pero sin hilos, surcar el viento, ser 


libres, 

volar y dejarnos llevar... conocer tantos sitios, lugares y personas, sin atarnos a nada ni a 

nadie...

... pero eso también es imposible...

nos atamos a nuestros sentimientos sin poder evitarlo...

... somos así por naturaleza.
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(Agosto 2007)

Paseabas sintiendo el viento en la cara, con la cabeza bien alta, pisando fuerte, siendo 

consciente de lo que eras y lo que tenías, sintiéndote más especial que nunca, sabiendo 

que nunca podría pasarte nada porque tenías una gran vida por delante, siendo tan tú...
 
Ese día tenías un brillo especial en los ojos, un brillo que te había visto tan pocas veces…... 


quizás ninguna. Tu mirada profunda sonreía aquel día como ningún otro.
Te llamé, tu nombre resonó en mi cabeza pero mis labios quedaron vacíos, tú ni siquiera lo

 notaste, estabas ocupado sintiendo el hecho de estar vivo.
 
Yo vivía todo esto entre bastidores, esperando que me hicieras partícipe de ello, 


esperando 

que me hicieras tan especial como tú te sentías con el simple hecho de que mi nombre

 saliera de tu boca con esa voz tan dulce que embauca sin quererlo.
Estabas en el mejor momento de tu vida, te sentías tan libre, tan fuerte; por fin habías

decidido por donde caminar, escogiendo lo que necesitabas en tu vida y lo que no. Y yo 

esperaba que me necesitases de verdad, egoístamente necesitaba de tu necesidad para 

sentirme dichosa, no era tan libre como tú, necesitaba de ti.
Por fin, tus ojos se encontraron con los míos, se sonrieron y seguiste tu camino dejando 

huella en mi vida….
 
Y aún hoy me pregunto si recordarás esos ojos sin nombre que te sonrieron entre el 

tumulto bullicioso de la gente.
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Enjaulado

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lunes, enero 27, 2014
Un día te despiertas y eres un pingüino en una bola de cristal. 
Estás quieto, vacío, no puedes hacer nada más que estar ahí, de pie, esperando a que nieve. Porque eso es lo único interesante que puede pasarte, que nieve. 
Es lo mejor que puede pasar y lo deseas con todo tu alma. Y esperas.
Esperas a que venga alguien y le de la vuelta a tu bola, que la agite y lo ponga todo patas arriba para que nieve en tu estática vida. Y así un día tras otro, esperando.
Después de mucho tiempo esperando a esa mano que haga tu vida temblar, decides que estás cansado de esperar, de estar enjaulado, de vivir. Decides que no quieres que esté en manos de otro que nieve en tu bola, de hecho, no quieres que nadie vuelva a tocar tu bola nunca más. Por eso, y por muchas otras cosas, rompes el cristal, lo destrozas con todas tus ganas y la nieve, que nunca lo fue, se va. Se pierde. Y así estás tú, perdido sin ese cristal que te protegía y hacía todo mucho más fácil. Pero ahora, aunque seas un pingüino, tienes la posibilidad de volar. ¿Y qué es la vida sino el hecho de tener millones de posibilidades de hacer lo que uno quiera? Ahora eres tú el que decide, y si quieres nieve vas a buscarla. 
Porque hay pingüinos que aprenden a volar.











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