Es como cuando estás tumbada en la bañera y quitas el tapón
con el pie, cierras los ojos y escuchas como el agua se va lentamente, sientes como te
desnuda poco a poco, como te abandona y te quedas sola, fría, limpia, inerte… y lo disfrutas, disfrutas de su
huída.
No quieres levantarte y cada vez estás más fría, más sola… descubres que
aún queda agua bajo tu espalda y no quieres dejarla escapar, pero se va… y ahí
te quedas tú escuchando el silencio.
Reticente te levantas y abres la ducha para volver a sentir
el calor, ese calor efímero que no te aporta lo mismo que el agua que se fue,
pero te reconforta y te vuelve a hacer sentir viva.
Y entonces eres tú la que
apaga ese agua, no lo aprisionas, dejas que se marche por donde vino.
Y sales
mojada. Y sigues con tu vida.
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