Ciclos lunares

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sábado, diciembre 01, 2018
Cíclicamente te enquistas
conquistando mis vísceras,
mis urgencias más internas,
mis anhelos más profundos.

Y luego te arranco,
te expulso,
te coloco en tu sitio.
Te odio.
Me odio.

Pero ahí estás otra vez,
supuestamente ajeno a todo,
mirándote el ombligo,
agarrándote al mío.
Jugando inocente con un fuego
que me quema solo a mí.

Te aferras y me aferro,  
mutilada, rota, vacía, 
a este dolor sin sentido; 
para solo recibir tristes migajas,
incomprensibles resquicios 
de algo que parece amor.

Me acercas y me alejas, 
me empujas a un abismo 
abismalmente absurdo, 
absurdamente lleno de incoherencias.

Disfrazas, ocultas, asientes, 
mientes, sientes y vuelves, 
siempre vuelves.

Siempre vuelves.


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Carta abierta al ego

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domingo, septiembre 09, 2018
Me gustas cuando no intentas gustarme, 
cuando te quitas la máscara y respiras, 
cuando rezumas verdad y te muestras, 
cuando, tranquilo, te aceptas como eres
y te dejas querer. 

Me gustas cuando no te alejas y te abres, 
cuando sientes y te dejas sentir. 
Me gusta tu ser emocional, desnudo,
que solo necesita de su ser para ser.

Sin trampas ni cartón. 

Me encantaría que pudieras verte con mis ojos, 
cuando eres tú,
porque eres tan bonito,
que lo único que hace tu antifaz 
es ocultar la belleza y la bondad que hay en ti. 

Entiendo que no quieras mostrarte vulnerable, 
el mundo nos enseña a ponernos corazas para sobrevivir, 
pero la vida es más fácil que eso. 

La vida es sentir, o no es. 
La vida es aceptar los miedos, 
y saltar al vacío.
La vida es aprender de las heridas
y no esconderse.

Eres un ser de luz, mágico, brillante, especial...
Eres un unicornio. 
Déjate ser. 
Sé libre. 

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Paquidermos desmemoriados

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martes, agosto 14, 2018
Coleccionaba elefantes con la trompa hacia arriba. 
Le daban suerte, decía.
Y mientras llenaba su casa de paquidermos tallados en diferentes materiales, 
su vida se vaciaba, 
se desdibujaba, 
se deshacía, se desordenaba...
Hasta convertirse en un borrón. 
En una maraña enmarañada de recuerdos olvidados, 
ininteligibles hasta para el elefante con mayor memoria de la tierra. 
Qué paradójica es la vida, 
años coleccionando el símbolo de la memoria, 
para acabar perdiendo la suya a cada minuto que pasa, 
para acabar conservando apenas su nombre.
Lo demás no existe, 
o sí, 
pero está en otras cajas,
lejos, 
o en otros códigos. 
Yo no lo sé, 
solo lo sabe ella, que no recuerda las palabras para comunicarse conmigo, 
que no me recuerda a mí, 
o al menos  no lo que somos, 
quizá sí mi esencia.
Ella que ya no es quien fue, 
nosotras que no somos lo que fuimos. 
Ahora soy yo la que aprende a buscar el código para llegar a ella desde otro sitio. 
Como diría Rosalía, 
tengo su mirá, su mirá clavá. 
Y no me la quito. 
Y tampoco su sonrisa, cuando en esa mirada perdida de repente encuentra mis ojos 
y me ve, 
a mí, 
sin ni siquiera saber quién soy.
Es extraño, y duele. 
Pero es. 

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Retrato de una sombra

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viernes, julio 20, 2018
Si no te conociera, 
me encantaría conocerte. 
Desenvolver tus capas, 
despacio,
degustándote
y sorprendiéndome
con cada uno de los recovecos de tu ser. 

Si no te conociera, 
me encantaría resolver tu puzle, 
compartir tus luces 
y esclarecer tus sombras, 
resolver tus enigmas
y guardar tus secretos. 

Pero no te conozco
porque no existes, 
porque no eres, 
porque no somos. 

Porque nunca fuimos, 
y nunca seremos. 

Porque eres aire
y yo soy fuego, 
del que quema, 
para bien y para mal. 

A nadie le gustan las cenizas. 

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Mariposas

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sábado, marzo 24, 2018
Tengo una enredadera.
Una, que me sube por los tobillos 
y se me agarra a las entrañas.
Y me estruja, 
la muy puta, 
me estruja los adentros 
hasta que me quedo sin aire.

Y luego me suelta, 
y bailo, bailo, bailo 
hasta que no soy yo más.

Me convierto en aire y en música,
 libre, 
centésimas, 
nanosegundos de libertad absoluta.

Microyos bailando con mariposas muertas, 
enredadas en la enredadera que me oprime, 
que me ancla al suelo 
y tira de mi hacia abajo.

Y entonces descubro 
que bailar en el suelo me gusta, 
que tocar tierra es bien, 
que las raíces se echan solas,
quieras o no, 
y ser quien eres te hace libre.

Y aceptas la enredadera, 
dejas que se amolde a tu cuerpo, 
por dentro,
que se haga parte de ti.

Y entonces,
solo entonces,
cuando estás al borde de tu propio abismo,
las mariposas reviven.

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