Rituales

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lunes, septiembre 04, 2017
En cuestión de segundos se le quitaron las tiritas y se le abrieron los puntos, pero no sangró, solo dolía. 

Dolía como si un cuchillo afilado desgarrase despacio cada una de esas cicatrices. Dolía respirar cada vez que el aire entraba o salía. Dolía y parecía que se asfixiaba. 

En cuestión de minutos dejó de doler. Las heridas abiertas latían en su cabeza como martillazos, pero no dolía. Intentó llamar a la costurera pero no pudo, y se remendó las costuras como ella sabía. No era una pieza rota, nunca más, nunca lo fue, nunca lo quiso.

Cogió el bastón y siguió dando palos de ciego hacia adelante, haciendo lo que mejor sabía hacer, recomponerse. Empezar, empezar, empezar.

Comenzar de cero, una de sus mayores habilidades y debilidades. 

Pensó en volar, en ser invisible, en la máquina del tiempo, en soplar velas sin cumpleaños, en la nieve en invierno.

Mientras terminaba de dar los últimos puntos a sus heridas de guerra.

Una última lágrima con la primera sonrisa.

Paz.

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